La muerte de un hombre: ¡Qué espectáculo!
Por: Gabriel Infante Carrillo

“Desde el fondo de mi sombrío y pequeño departamento vi bruscamente, y en conjunto a través de la lluvia a mil cabezas aulladoras del pueblo apiladas confusamente en la rampa que hacía la grande escalera[…] Para este temido momento había yo reservado mi valor. Di tres pasos y aparecí en público.
— ¡Héla allí! ¡ya sale!— gritaba el gentío; y los que estaban más cerca palmoteaban con vehemencia. […] Aquel execrable verdugo se acercó al juez para decirle que la ejecución debía concluir a una hora determinada, que ya iba dar aquella hora…
—¡Oh! ¡por piedad! ¡Concédeme usted un minuto para esperar mi perdón![…] El juez y el verdugo salieron y me dejaron solo, solo con dos gendarmes[…]¡Ah! ¡Cómo arroja el horrible populacho sus gritos de hiena!”
Último día de un condenado a Muerte
Víctor Hugo

El fragmento anterior describe una escena común de la suerte que corrían los delincuentes y criminales en la Francia del Siglo XIX, y a dos siglos, esta forma de castigo sigue ocurriendo en varias entidades de los Estados Unidos y en países del tercer mundo. Sin embargo, estas no han sido tan publicitadas como la del “tirano”, “déspota” dictador iraquí, Saddam Hussein. No hay mucha diferencia de la ejecuciones que se llevaban a cabo en la Plaza de Grève, hoy mejor conocida como la Place del hotel de Ville, en París, con la del dictador iraquí. Mientras que en la Francia del siglo XIX era como ir a presenciar un espectáculo de circo o ir a ver una corrida de toros, la del dictador iraquí fue un espectáculo muy del siglo XXI, el mediático, que seguramente les dejó mucho dinero a las cadenas de televisión de noticias como la CNN, FOX News, BBC World, Aljazeera, por mencionar algunas. Afortunadamente no se transmitió en directo el momento de la ejecución, nada mas faltaba que lo ejecutaran en la plaza donde alguna vez se erigía su estatua, que fue derrumbada por la gente ante la presencia de las tropas estadounidense para anunciar la caída de su régimen, esa sería la peor humillación para Hussein.
Hoy en día parece ser, que ver la ejecución de un hombre o estar atentos a la pantalla del televisor o en el Internet para ver las primeras imágenes del dictador en la horca entretiene más que cualquier programa de comedia o telenovelas.
Evidentemente el hecho tiene relevancia, hasta donde tengo conocimiento jamás a un dictador se le haya enjuiciado y condenado a muerte. Sin embargo, la muerte de Hussein, no modificará lo más mínimo la situación de Irak, como lo expresó un comerciante iraquí, con un mal inglés, a un reportero de la CNN, que más o menos dijo algo así: muerto o vivo Saddam Hussein no hace mucha diferencia, él ha dejado de existir desde hace tres años y el país esta peor, para que las cosas mejoren necesitamos un gobierno fuerte, lo cual no tiene éste.
El hecho seguramente signifique un gran triunfo a Estados Unidos o su próxima pesadilla, mientras que para la televisión sacaron provecho de un hecho tan reprobable. No se me olvida las palabras que dijo el periodista de televisión Larry King, “¡Que noche estamos viviendo, y en que circunstancias, esperando la muerte de un hombre!”


Nota: Fragmentos de este escrito publicado en la edición del 2 de enero 2007 en el Periódico Reforma, en la sección de opinión.

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